Hace meses que hablamos de eficiencia operativa. Las flotas llevan tiempo afinando procesos, los jefes de tráfico ajustan cada turno al detalle y Glovo da el salto a un modelo 100 % laboral. Pero con el nuevo escenario sobre la mesa, toca preguntarse: ¿qué significa hoy ser una flota eficiente?
Durante años, el modelo de reparto operó con un gran margen: autónomos, flexibilidad, y una oferta de repartidores que superaba a la demanda. Eso permitía absorber ineficiencias, redistribuir cargas y mantener niveles altos de servicio con cierta elasticidad operativa. Hoy, el contexto es otro. El paso al modelo laboral introduce nuevas reglas: turnos fijos, cumplimiento normativo y planificación al milímetro.
Eso plantea un reto importante: alcanzar y mantener la eficiencia en un entorno mucho más estructurado, sin que se resienta la calidad del servicio al cliente. Ya no basta con cubrir turnos; hay que hacerlo de forma optimizada, sostenible y con una precisión casi quirúrgica.
En esta edición, ponemos el foco en lo que está pasando sobre el terreno: los aprendizajes del día a día, los desafíos que aún están por resolver y cómo las flotas están ajustando su operativa para alcanzar la máxima eficiencia.
La complejidad de escalar con eficiencia
En el delivery, la eficiencia no es un concepto abstracto: se mide en pedidos por hora. Cuántos más entrega un repartidor en una franja de tiempo, mayor su productividad. Suena simple, pero escalar esa eficiencia en una flota real, con cientos de repartidores y mil variables en juego, es otro asunto.
Este dato, aparentemente frío, es el termómetro operativo de cualquier flota. No solo ayuda a detectar quién está rindiendo por debajo de lo esperado, sino que permite anticipar cuellos de botella que podrían desbaratar toda la jornada.
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Eficiencia ideal: +3 pedidos/hora
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Eficiencia mínima aceptable: 2,6 pedidos/hora
¿La diferencia parece mínima? Lo es, si miramos a un solo repartidor. Pero cuando se trata de una flota entera, esa décima se convierte en cientos —o miles— de entregas perdidas al mes. Es un margen tan estrecho como letal si no se controla.
Y aquí viene el verdadero reto: no se trata solo de alcanzar esa cifra, sino de mantenerla en entornos impredecibles, con repartidores rotando, zonas cambiantes y demanda disparada por momentos. Escalar con eficiencia es, más que una tarea de gestión, una ingeniería de precisión en tiempo real.
El impacto de la experiencia en la eficiencia
Uno de los principales retos actuales es captar repartidores con experiencia, un perfil cada vez más valioso en un entorno operativo tan exigente. Solo el 50 % de los riders activos tiene experiencia previa, y eso se nota —y mucho— en el rendimiento.
Un repartidor con experiencia es, en promedio, un 61,5 % más eficiente que uno sin ella. Eso significa que puede hacer más entregas en menos tiempo, cometer menos errores y requerir menos supervisión. En términos operativos, una flota con un mayor porcentaje de riders experimentados puede cubrir la misma demanda con menos recursos y mantener una mayor estabilidad.
Pero no se trata solo de buscar perfiles con experiencia: cada nuevo repartidor es también una oportunidad para sumar. Con la orientación adecuada, incluso quienes comienzan desde cero pueden adaptarse rápidamente y aportar desde el primer día. En este proceso, la figura del jefe de tráfico es fundamental. Su capacidad para guiar, segmentar con criterio y acompañar a cada nuevo integrante permite acelerar la curva de aprendizaje y preparar a todo el equipo para el ritmo que exige la operación. Más que filtrar, se trata de potenciar el talento desde el inicio.
Pedidos largos y reasignación: el punto ciego de la eficiencia
Uno de los grandes retos operativos de las flotas es gestionar correctamente los pedidos largos y las reasignaciones. Una reasignación ocurre cuando un repartidor no puede aceptar un pedido y este tiene que ser transferido a otro rider. Aunque a veces es inevitable, si se repite con frecuencia, puede desestabilizar por completo la operación.
Esto ocurre sobre todo en zonas periféricas, donde los riders deben recorrer distancias muy largas para entregar un solo pedido. Ese desplazamiento reduce su capacidad para completar varias entregas por hora y obliga a redistribuir pedidos sobre la marcha.
Por eso, el objetivo es claro: reducir al máximo las reasignaciones y establecer protocolos internos más estrictos. Algunas flotas ya han empezado a tomar medidas, como reforzar la comunicación en tiempo real con los riders que presentan un número elevado de reasignaciones, recordándoles que este indicador afecta directamente a su eficiencia.
Absentismo: un enemigo silencioso
Aunque el absentismo no golpea directamente la eficiencia de un rider, su impacto en la operación es brutal. Cuando un repartidor no aparece, su turno queda vacío y eso significa menos pedidos entregados. Punto.
No solo se pierde capacidad para cubrir la demanda, sino que se desperdicia un espacio de tiempo que podría estar en manos de alguien que realmente rinda.
Hoy, el absentismo de una flota de aproximadamente 1.000 repartidores ronda el 10 % de la flota, lo que se traduce en una pérdida estimada de 1600 pedidos diarios. Además, esta incertidumbre desestabiliza toda la planificación, haciendo más difícil mantener la operación bajo control.
En pocas palabras: es un enemigo silencioso que las flotas no pueden permitirse ignorar.
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